Estando (Samael Aun Weor) en los mundos suprasensibles, llegaron a mis manos dos obras: La una era de Simón el Mago, y la otra era del Samaritano Menandro, que llegó al pináculo de la ciencia mágica. Después de consultar estas dos obras, invoqué a Simón el Mago.
Esta invocación la hice en nombre del CRISTO. Entonces Simón el Mago contestó diciéndome: En nombre del Cristo no me llames, llámame en nombre de Pedro. Entonces comprendí que Simón el Mago era el polo contrario de Simón Pedro. Penetré en un precioso recinto, donde encontré a Simón el Mago con su colegio de fieles discípulos.
Cuando Simón me vio entrar, en tono áspero me dijo: ¡Salga usted de aquí!. Y acercándose a mí me tocó ciertos Chakras del bajo vientre. Entonces entendí que Simón el Mago es realmente un Mago Negro. Procedí defendiéndome con mi espada flamígera, y ante los torrentes de fuego ardiente, aquel mago negro se quedó anonadado, y sin atreverse a mirar mi espada, permaneció absorto.
Yo conocí a Simón el Mago en la antigua Roma, y lo oí predicando a sus discípulos. El mal es tan fino y delicado, que hasta la misma Maestra Blavatsky llegó a creer firmemente que Simón el Mago era un Maestro de la Logia Blanca.
HUIRACOCHA también creyó que Simón el Mago era un gran Maestro Gnóstico, y nos dice que todo lo que Papus y otros autores enseñaron acerca de la magia en los últimos años, era tomado de Simón el Mago. El único que no se equivocó con respecto a Simón el Mago fue Dante Alighieri en su «Divina Comedia». Dante llama Simoníacos a los discípulos de Simón el Mago....
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