No está de más enfatizar algo muy penoso que hemos podido verificar a través de muchísimos años de constante observación y experiencia. Quiero referirme sin ambages a la MITOMANÍA, tendencia muy marcada entre gentes afiliadas a diversas escuelas de tipo metafísico.
Sujetos aparentemente muy sencillos, de la noche a la mañana y después de unas cuantas alucinaciones, se convierten en mitómanos. Incuestionablemente, tales gentes de psiquis subjetiva casi siempre logran sorprender a muchos incautos, que de hecho se hacen sus seguidores.
El mitómano es como un paredón sin cimientos: basta un leve empujón para convertirlo en menudo sedimento. El mitómano cree que esto del ocultismo es como soplar y hacer botellas y de un momento a otro se declara Mahatma, Maestro Resurrecto, Hierofante, etc.
El mitómano tiene por lo común señuelos imposibles, sufre invariablemente de eso que se llama delirios de grandeza; esta clase de personajes suelen presentarse como reencarnaciones de Maestros o de héroes fabulosos, legendarios, ficticios.
Centros egoicos de la subconsciencia animalesca, que en las relaciones de intercambio siguen a determinados grupos mentales, pueden provocar mediante asociaciones y reflejos fantásticos algo así como espíritus, que casi invariablemente son sólo personificaciones del propio yo pluralizado. No es pues extraño que cualquier agregado psíquico ....
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