En Jeremías, capítulo 21, versículo 8, se lee: "he aquí que yo pongo delante de vosotros dos caminos: el de la vida y el de la muerte". El hombre puede aprovechar la mujer para redimirse o para hundirse en las tinieblas donde existe el llanto y el crujir de dientes.
Desde el amanecer de la vida existe una gran batalla entre los poderes de la luz y los poderes de las tinieblas. Esa gran batalla entre los hijos de la luz y los hijos de las tinieblas, entre los dioses del crepúsculo y los terribles señores de las cavernas tenebrosas, es la lucha entre el bien y el mal.
Esa lucha se efectúa en nuestra atmósfera planetaria, en esa esencia brillante que palpita en el aire y que se mezcla con el aire que respiramos, pero sin confundirse con el aire.
Esa esencia también es material y se llama la Luz Astral, precisamente de esa esencia material está hecho el Cuerpo Astral de nuestra Alma. La Luz Astral es el depósito de todas las formas pasadas, presentes y futuras de la Naturaleza, es el Azoe y la Magnesia de los antiguos alquimistas, el dragón volador de Medea, el INRI de los cristianos, el Tarot de los bohemios....
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