En tratándose de los misterios arcaicos, no está demás decir que estos se celebraron siempre en augustos templos señoriales.
Cuando traspasé el umbral de aquel templo Mu, donde otrora fuese instruido en los Misterios de la Ascensión del Señor, con infinita humildad solicité del Hierofante algunos servicios que me fueron concedidos. Sentimientos dolorosos desgarraron mi alma cuando me vi sometido a la tortura del desprendimiento.
Aquellas damas de augustos tiempos a mí ligadas por la ley del Karma, con el corazón destrozado me aguardaban en el averno. Todas esas beldades tentadoras, peligrosamente bellas, se sentían con pleno derecho sobre mí.
Para bien o para mal, aquellas féminas terriblemente deliciosas habían sido mis esposas en reencarnaciones anteriores, como consecuencia natural de la Gran Rebelión y la caída angélica.
Concluidos los esotéricos trabajos en los Infiernos del Planeta Plutón, hube entonces de levantar columnas. Aquel evento cósmico-humano fue precedido por la desencarnación de mi esposa sacerdotisa Litelantes....

