Entremos ahora en el problema de la vida y de la muerte.
Óyeme, lector: cada vez que te pones un nuevo vestido de carne, sois un poquito menos bellaco, un poquito menos asesino, un poquito menos envidioso, porque es muy cierto que en la vida se aprende a garrotazos y realmente a fuerza de sufrir se va perfeccionando el alma, el potro cerrero se amansa a latigazos, y llega el día en que el alma se fusiona con el Íntimo y se convierte en ángel.
Esto se realiza naciendo y muriendo millones de veces pero es también muy cierto que en una sola vida bien aprovechada se puede llegar a la unión con el Íntimo.
También es muy cierto que nos podemos conservar jóvenes y no morir por medio del elíxir de larga vida.
Megnour vivió siete veces siete siglos con su cuerpo de carne y hueso. Zanoni también vivió millones de años, siempre Joven.
El conde San Germán vive actualmente en el Tibet con el mismo cuerpo que tuvo durante los siglos XVII, XVIII y parte del XIX en Europa.
Nosotros los gnósticos, nos reímos de la muerte. Nosotros tenemos el secreto para burlarnos de la muda calavera, y como ya dijimos en el primer capítulo, con la espada de Democles haremos huir a la inoportuna huésped.