¿Para qué estamos aquí? Veo un grupo muy simpático de hermanos gnósticos dentro de Tercera Cámara. Y han venido a escuchar y yo estoy aquí para hablarles. Pero, les invito ante todo a la reflexión: ¿Con qué objeto nos hemos reunido? ¿Qué buscamos? ¿Qué queremos? Esto es indispensable, urgente, aclararlo.
Obviamente, en el mundo existen muchísimas escuelas, pero, realmente, son muy pocas las que van al grano, a los hechos; escuelas muy hermosas, pero que no llevan a uno a la Autorrealización íntima del Ser. Hay escuelas, por ejemplo, que le enseñan a uno correctamente la técnica de la meditación. Es obvio que nosotros también la practicamos; bien sabemos que la meditación es el «pan» diario de sabio.
Pero enseñan la meditación en abstracto. Hay quienes cobran por las clases de meditación; unos cuantos por ahí, cuyo nombre no menciono, que se volvieron definitivamente archimillonarios con las clases de meditación. Ese tiene hoy en día su avión particular para transportarse de un lugar a otro, está muy bien, económicamente, es archimillonario.
Las gentes le pagan las fuertes sumas que él exige, y eso es todo; pero ¿quién se autorrealiza con lo que él dice? No citaré nombres ni apellidos porque eso sería murmuración; me remito únicamente a los hechos.
Hay fakires en el Indostán que permanecen firmes, de pie, 20 ó 30 años en un solo lugar hasta quedar petrificados, pero no se autorrealizan. Hay quienes levantan un brazo y lo mantienen así, tenso hacia arriba, hasta que se les queda completamente seco, más tampoco se autorrealizan.
En España existe, por ejemplo, un convento, el de los Cartujos. Los monjes enclaustrados que no piensan sino en la muerte. Desgraciadamente en la muerte física y nada más. Se levantan por la mañana, se encuentran entre si y el saludo es: Hermano, de morir tenemos. Respuesta: Hermano, eso ya lo sabemos. Pero no se autorrealizan. Ellos mismos los entierran cuando mueren, ¿y qué? ¿Y qué?...
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