La primera gran iniciación de Jesús fue tan natural y sencilla como el nacimiento humilde e inocente de una flor de loto. El Bodhisattva Jesús no codiciaba iniciaciones, ni poderes, ni títulos, ni grados, ni jerarquías, ni maestrazgos, ni posiciones sociales, ni divinas, ni reinos, ni oro, ni plata. Siendo mas que todos los Ángeles, Arcángeles, Serafines, potestades, etc., prefirió ser únicamente un buen hombre.
Alguien dijo: Más vale ser un buen hombre que un mal Ángel. En sus formas mas complicadas el yo se vuelve sutilmente codicioso, ya no codicia títulos de nobleza, pero codicia títulos divinos, quiere que todos lo llamen maestro, quiere títulos jerárquicos y esotéricos, y pierde larguísimas eternidades infinitas enredado entre el karma de los mundos, ya no codicia oro ni plata, pero codicia poderes ocultos.
Ya no codicia honores y grandezas pero si iniciaciones y grados. Ya no codicia señoríos ni reinos terrenales, pero codicia reinos internos, señoríos y majestades en los mundos superiores, goza gobernando paraísos y aunque os parezca increíble llega hasta a sentirse celoso de su propia jerarquía divina y se convierte en tentador inefable. Goza gobernando mundos y soles, y ofrece sus edenes a los Bodhisattvas de compasión.
Ya no quiere descansar en mullidos lechos y en cómodas mansiones terrenales, pero si anhela descansar en la dicha inefable del nirvana, a estos seres no les gusta el camino estrecho, duro y difícil. Goza en descansos nirvánicos, celestiales, mientras la pobre humanidad sufre y llora; y nos ofrecen sus paraísos seductores para impedimos la entrada en el Absoluto.....
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