Repitiendo los pasos del insolente marqués Juan Conrado, en mi subsiguiente existencia vine a reencarnarme en México, se me bautizó con el nombre de Daniel Coronado.
Nací en el Norte, por los alrededores de Hermosillo, lugares todos estos conocidos en otros tiempos por el marqués.
Mis padres quisieron todo el bien para mí y de joven me inscribieron en la Academia Militar, mas todo fue en vano.
Cualquier día de esos tantos aproveché malamente un fin de semana en banquetes y borracheras con amigos calaveras. Confieso todavía con cierta vergüenza que hube de regresar a casa con el uniforme de cadete sucio, desgarrado y envilecido.
Es obvio que mis padres se sintieron defraudados. Es ostensible que no volví jamás a la academia militar; indudablemente desde ese momento comenzó mi camino de amarguras.
Afortunadamente reencuentro entonces a Litelantes. ....
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