El yo no se disuelve con santurronería ni con poses de fingidas mansedumbres, ni con fanatismos estúpidos, es necesario hacerle la disección al yo con el bisturí de la autocrítica. Tenemos que aprender a criticamos así mismos, necesitamos de la auto-crítica.
El yo es un libro de muchos tornos, tenemos que estudiar ese libro detenidamente si es que realmente queremos disolver el yo y fabricar alma.
Lo primero que necesitamos es auto-observarnos cuidadosamente para descubrir nuestros propios defectos, lo segundo es analizar intelectualmente nuestros defectos, lo tercero es meditar profundamente en ellos para descubrir cómo se comportan en tos distintos niveles de la mente, recordad que la mente tiene muchas profundidades que normalmente ignoramos.
Muchos santos que aquí en el mundo físico asombraban al mundo por su santidad, continuaban en otros niveles de la mente siendo grandes pecadores, y cuando ellos lo descubrieron, sufrieron muchísimo y llevaron saco y cilicio, y ayunaron e hicieron grandes y espantosas penitencias, casi siempre esos santos fracasaron cuando se les sometió a prueba en los mundos superiores.
Necesitamos morir de instante en instante, sólo con la muerte adviene lo nuevo, cada vez que comprendemos íntegramente un defecto, se desintegra en los mundos internos el yo que lo personifica, cada vez que se desintegra un yo adviene a nosotros algo nuevo, un poder, una verdad, una virtud , etc., etc., etc.
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